Se deja de querer...
Se deja de querer...
y no se sabe por qué se deja de querer;
es como abrir la mano y encontrarla vacía
y no saber de pronto qué cosa se nos fue.
Se deja de querer...
y es como un río cuya corriente fresca ya no calma la sed,
como andar en otoño sobre las hojas secas
y pisar la hoja verde que no debió caer.
Se deja de querer...
Y es como el ciego que aún dice adiós llorando
después que pasó el tren,
o como quien despierta recordando un camino
pero ya sólo sabe que regresó por él.
Se deja de querer...
como quien deja de andar una calle sin razón, sin saber,
y es hallar un diamante brillando en el rocío
y que ya al recogerlo se evapore también.
Se deja de querer...
y es como un viaje detenido en las sombras
sin seguir ni volver,
y es cortar una rosa para adornar la mesa
y que el viento deshoje la rosa en el mantel.
Se deja de querer...
y es como un niño que ve cómo naufragan sus barcos de papel,
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.
Se deja de querer...
y es como un libro que aún abierto hoja a hoja quedó a medio leer,
y es como la sortija que se quitó del dedo
y solo así supimos... que se marcó en la piel.
Se deja de querer...
y no se sabe por qué se deja de querer.
José Ángel Buesa.
(Cienfuegos, Cuba, 1910-Santo Domingo,República Dominicana, 1982)
Lloré con sollozos y lágrimas cuando escuché narrar este poema; es triste y hermoso.
Y real.
Duele que te dejen de querer, pero dejar de querer duele también.
Es un poema precioso, triste, tristísimo, pero es real. Yo intento no dejar de querer, pero no se si lo consigo.
ResponderEliminarTe dedico un cuentecito hiperbreve: "Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar".
Es de César Vallejo.
Besos queridos y sentidos.