A veces envolvemos nuestro discurso con palabras sugerentes y alentadoras. Palabras cargadas de intenciones, de propósitos, de objetivos.
Nos decimos cosas a nosotros mismos para tratar de convencernos de situaciones o sentimientos creyendo que así, a fuerza de repetir lo que querríamos sentir, conseguiremos que se cumpla... lograremos resituar aquello que nos hiere en un lugar que nos haga menos daño. Creemos que la rabia o el despecho son lugares más cómodos, creemos incluso que a base de recordarnos lo que nos hirió, lo que no funcionó, desaparecerá lo que nos unió, lo que hubo de bueno...
Nos decimos cosas a nosotros mismos para tratar de convencernos de situaciones o sentimientos creyendo que así, a fuerza de repetir lo que querríamos sentir, conseguiremos que se cumpla... lograremos resituar aquello que nos hiere en un lugar que nos haga menos daño. Creemos que la rabia o el despecho son lugares más cómodos, creemos incluso que a base de recordarnos lo que nos hirió, lo que no funcionó, desaparecerá lo que nos unió, lo que hubo de bueno...

No nos engañemos, el tiempo es lo único que lo cura todo. Y mientras pasa no nos queda otra que convivir con nuestras emociones...
Y aprovecharlo para que cuando llegue otro momento no nos coja desprevenidos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario