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4 de diciembre de 2010

A Quién pretendemos engañar?

A veces envolvemos nuestro discurso con palabras sugerentes y alentadoras. Palabras cargadas de intenciones, de propósitos, de objetivos.
Nos decimos cosas a nosotros mismos para tratar de convencernos de situaciones o sentimientos creyendo que así, a fuerza de repetir lo que querríamos sentir, conseguiremos que se cumpla... lograremos resituar aquello que nos hiere en un lugar que nos haga menos daño. Creemos que la rabia o el despecho son lugares más cómodos, creemos incluso que a base de recordarnos lo que nos hirió, lo que no funcionó, desaparecerá lo que nos unió, lo que hubo de bueno...
Esta táctica es posible que sea eficaz, pero a ratos, a modo de desahogo, "derecho a la pataleta". Pero no deja de ser eso "una pataleta" de fugaz rabia o de efímera euforia, pasajera porque el sentimiento más intimo siempre vuelve a aflorar....


No nos engañemos, el tiempo es lo único que lo cura todo. Y mientras pasa no nos queda otra que convivir con nuestras emociones...
Y aprovecharlo para que cuando llegue otro momento no nos coja desprevenidos...

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