
Cuatro de los cinco gatos que quedábamos en el interior debimos de pensar lo mismo y nos encontramos todos en la cola para pagar. Mientras esperaba mi turno empezó a caer una tromba de agua que no dejaba ver el edificio de enfrente, el viento que la acompañaba era tan potente que abría las puertas automáticas del establecimiento y empujaba hacia el interior buena parte de la cortina de agua con lo que el suelo de la entrada estaba empezando a encharcarse hasta la altura de los cajeros... Yo pensaba en mis pizzas congeladas "si espero a que pase se van a descongelar, igual las dejo..." En esas estaba, "me espero/me empapo, el viento no se me llevará llevo el carrito repleto y pesa lo suyo... total a la vuelta está casita..."
Pagué la compra haciendo contorsiones para no meterme en el charco -una inmensa tontería, fuera seguía cayendoladedios y mojarme me iba a mojar igual- y sin pensarlo más "yo me voy, adiós".
Llegué a la portería después de una corta pero intensa lucha contra la intemperie, pero llegué.
Por precaución "a ver si se va a ir la luz y me quedo colgada en el ascensor... mis pizzas!" subí por las escaleras estirando del carrito escalón por escalón y llegué a mi piso. Por suerte antes de salir había cerrado todas las ventanas y llegué a mi refugio con esa sensación de hogardulcehogar que uno siente cuando llega a su casa después de un largo viaje.
Guardé la compra y llamé a mis hijos, estaban a salvo en casa de su padre, les conté la aventura con emoción y alivio y me senté en mi sala-comedor, encendí la lamparita y pensé "como me gusta mi casa!"
Llegó la calma, abrí de nuevo el balcón y me reconforté con ese maravilloso olor de después de la lluvia.
Hoy ha amanecido soleado, veremos....