Páginas

3 de agosto de 2011

Recuerdos

Leyendo una entrada de uno de mis blogs favoritos me he dado cuenta de que tengo muy pocas herramientas externas a mi memoria para ubicar mis recuerdos. Y no es que tenga una memoria prodigiosa que me permita recordarlo todo, no, más bien lo contrario. Prácticamente no me acuerdo de nada, no me preguntes fechas, no me preguntes nombres, no me preguntes lugares... mis amig@s de la infancia/adolescencia que aún conservo pueden dar fe de ello.
Pero lo curioso de todo ésto es que pocas veces he utilizado alguna "chuleta" que me permita recordar... No tengo apenas fotografías de mi pasado aunque sí conservo algunos objetos que me recuerdan a las personas que quiero recordar.     Ese momento compartido, la emoción, el sentimiento, el aroma, la luz... eso que llamamos "piel" forma parte de mí, pero posiblemente ni haciendo un gran esfuerzo podré recordar con exactitud en qué año fue.
Es más, me resulta totalmente indiferente si esos recuerdos son reales o forman parte de mi imaginario emocional, si el tiempo los ha ido transformando o si mi inconsciente ha decidido manipularlos... son míos y eso no me lo quita nadie.
No sé si debería preocuparme o hacermelomirar, no sé si corresponde con algún nosequenosuperado, pero francamente me importa muy poco.
No tengo ninguna necesidad de "etiquetar" mis sentimientos y éstos no tiendo a olvidarlos.
Y si me olvido, me olvidé.

4 comentarios:

  1. Lo primero es darte las gracias por el descubrimiento del blog Yo Digital, me está gustando :)
    En mi caso, yo para recordar solo necesito ver una foto que haya hecho, recuerdo casi todas, y con ellas recuerdo cada uno de los momentos.

    ResponderEliminar
  2. De nada Borja, gracias a ti, estoy encantada de que te guste. Igual nuestros yos digitales se encuentran donde Jose y se echan un cafecito!

    ResponderEliminar
  3. Yo no suelo leer demasiado en verano, aunque confieso que me despierta cierta curiosidad encontrar a algún veraneante con un libro en la mano. Siempre pensé que el verano es para la playa, la montaña, las bicicletas. Para eso que llamamos "piel". ¿Te lo dije? : Yo tampoco tengo memoria. Ni siquiera aquel atisbo borroso de algo vivido que me permita decir: es mío.
    Por eso este verano he empezado leyendo cosas, libros, poesías sueltas, algún cuento al azar que ya había leido, incluso, alguna novela.
    Te comento esto, Helena, porque a falta de memoria, he empezado a robar recuerdos. Y me encanta. Si ahora fuera un niño y me preguntaran:¿Vemberd, qué quieres ser de mayor?, yo respondería, sin ninguna duda: Ladrón profesional de recuerdos.
    Convendrás conmigo que por mucha memoria que alguien tenga, eso no se puede comparar con la memoria de los libros. En realidad, creo que los libros son extensiones de la memoria, y lo mejor de todo es que hay muchos. Hay muchos autores. Algunos son incluso buenos. Hoy, por ejemplo, soy una mujer divorciada cuyo exmarido murió recientemente. Yo llegué a sufrir mucho con él.Llegué a odiarlo, a desear su muerte, y con el tiempo,también, llegué a dejar de odiarlo, a olvidarlo, casi.
    A veces pienso que le cuento esto a mi hijo. La relación con su padre. Estas cosas tan difíciles de contar.
    Busco entre mis recuerdos y encuentro esto:
    No me acuerdo de cuándo ni cómo dejamos de odiarnos tu padre y yo. Una vez, estando en el despacho del abogado, él me pegó una bofetada.Fue una bofetada tal que me puse a sangrar por la nariz. Estaba allí también el primo Lillino y entre él y el abogado me echaron en el sofá, y Lillino bajó a la farmacia a comprar algodón hidrófilo. Tu padre se encerró en el servicio y no había modo de que saliera. Tiene miedo de la sangre y se pone malo. Me doy cuenta de que he escrito "tiene" miedo, en presente,y es que siempre se me olvida que tu padre se ha muerto. Lillino y el abogado llamaban con los nudillos a la puerta del servicio y empujaban. Salió por fin muy pálido y con el pelo empapapdo de agua, porque había metido la cabeza debajo del grifo. Siempre que me vuelvo a acordar de esta escena me entra la risa. Cuántas veces he tenido ganas de recordársela a tu padre para que nos riéramos juntos. Pero nuestra relacion se había quedado embalsamada, ya no éramos capaces de reírnos juntos. Me parece que después de aquella bofetada, él dejo de odiarme.A la calle de San Sebastianello seguía sin querer que fuera, pero algunas veces te acompañaba él a Villa Borghese. Yo también dejé de odiarlo. Una vez, estando en Villa Borghese, nos pusimos a jugar con vosotros a la gallinita ciega sobre el césped y yo me caí, y él se puso a secarme el barro del vestido con su pañuelo. Mientras estaba inclinado para limpiarme el barro, yo veía su cabeza con el pelo enmarañado y negro y me di cuenta de que entre nosotros ya no existía la menor sombra de odio. Fue un momento feliz. Era una felicidad hecha de nada, porque yo sabía de sobra que, incluso sin odio, las relaciones con tu padre seguirían siempre siendo algo envilecido y mezquino. Pero me acuerdo de cómo se estaba poniendo el sol y de que había unas nubes muy bonitas color de rosa encima de la ciudad, y yo hacía mucho tiempo que no me sentía así, casi tranquila y casi feliz.
    Ya lo sé, Helena, no es mío, es de Natalia Ginzburg, pero ¡qué demonios!, algo hay que hacer en verano cuando no tienes memoria y te estás convirtiendo en un ladrón profesional.

    ResponderEliminar
  4. Ladrón de recuerdos...no está mal como imagen... pero estoy segura que si los coges prestados y los reinventas encontrarás, en algún rincón de tu memoria, algo de esas nubes rosadas en algún atardecer de alguna ciudad y tú también te sentirás tranquilo y feliz. Yo no recuerdo el momento concreto pero esa sensación la he tenido y es mía. Si quieres te la presto.

    ResponderEliminar