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5 de febrero de 2011

Pequeños Placeres XV

Uno de los recuerdos más emocionantes de mi infancia es la imagen del cielo tumbada con una amiga en el techito de una caseta de un aparcamiento que había frente a la casa donde pasábamos las vacaciones, nos quedábamos horas contemplando el espectáculo que nos ofrecían la nubes, sus formas cambiantes, su volumen, su textura en contraste con el intenso azul del cielo...
Este placer me ha acompañado siempre desde entonces. Recuerdo el cielo de París paseando por los Campos Elíseos, el de Madrid en el Retiro, el del Sur de Chile recortado por los volcanes, el del desierto en Marruecos, el de Finisterre que no podía llamarse de otra manera...en Barcelona es más difícil tener una imagen tan hermosa pero el día que aparece es un regalazo.
Contemplar el cielo desde una buena perspectiva permite que seamos conscientes de que el 
mundo es redondo y que nuestro techo es una infinita cúpula que nos envuelve y nos cobija.
Creo que es por esto que me apasionan las bolas de cristal, esas que les das la vuelta y caen los copos lentamente, con delicadeza....
Da un poco de vértigo por lo sobrecogedor y por lo insignificantes que nos podemos llegar a sentir, pero a la vez es una alegría inmensa...
Me siento afortunada de poder disfrutarlo!

3 comentarios:

  1. Qué post tan bonito...Y Qué viajada...Qué envidia...

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  2. Gracias guapísima, bueno ahora no está el horno para muchos viajes así que hago "bollos" que sale más barato, pero todo llegará.

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