Hace cosa de un año tuve la ocasión de comprobarlo en mis propias narices cuando una noche volviendo en el metro desde La Barceloneta hacia mi casa me ocurrió lo siguiente:
El vagón estaba atestado de gente ya que por esas fechas eran las fiestas de mi barrio, yo volvía a casa con dos amigas después de haber disfrutado de un excelente (y carísimo) gin-tónic en el terrado/bar de un conocido hotel de Barcelona. Me encontraba de espaldas a las puertas del metro, llegamos a una parada y se abrieron para dar paso a un numeroso grupo de jóvenes (y no tan jóvenes) que estaban de juerga. De pronto, instintivamente, me descubrí olfateando. El olor me era demasiado familiar y me giré con intención de encontrar. Y ahí estaba: mi hijo mayor! con sus colegas, festeando. "Hola mamá!" me dijo con su mejor sonrisa. "Hola hijo, ve, ve con tus amigos". Le di un beso y seguimos cada uno a lo nuestro...
Olfateé a mi cachorro!
Hola Sonso, ve,ve...
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