Hoy tenía ganas de explicar una de las fases que más me gustan cuando restauro un mueble, es el momento Aceite de Linaza.
En el taller lo aplicamos siempre después de limpiar un mueble en profundidad, es decir, después de eliminar todas las capas de pintura o barniz y llegar a la madera.
Este es un momento clave primero porque llegar a la base es trabajoso, sucio y cansador. Tragas mucho polvo y según con qué te encuentres tienes que hacer mucho esfuerzo y dedicarle mucho rato (horas...) para dejarlo limpio. Y encima, una vez has conseguido el objetivo, el mueble está como deprimido... mate y alicaído.
Es entonces cuando entra en juego el mejunje milagroso. Coges dos madejitas de cabos de algodón, una la impregnas con el aceite de linaza (con secante), la otra la dejas tal cual y con ella resigues el trazado de la húmeda para ir absorbiendo el excedente.
Con la que has empapado empiezas a acariciar el mueble, en circulítos. Impregnándolo bien por todos los rincones visibles para que vaya penetrando en la superficie porosa...
Es increible, inmediatamente el mueble te lo agradece regalándote un verdadero paisaje de tonalidades, vetas y dibujos.
Casi dan ganas de comértelo, parece un enorme caramelo...
A partir de ahí y dejando que repose al menos 24 horas, ya puedes empezar con el acabado.
Pero esto será otro día...
Muy importante: el aceite de linaza es autocombustible así que antes de tirar los cabos de algodón a la basura se debe mojar en agua, si no podéis tener un disgusto.
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